Es uno de los lugares más ligados a los afectos de los habitantes de Rosario, de los jóvenes y de los que ya no lo somos tanto, un restaurant ideal para la sobremesa en familia o con amigos, un lugar para demorarnos con un café, y con otro, y otro. «El Sunderland», así nomás – total nos entendemos – es un poco la historia de Rosario y está habitado por los queridos fantasmas de los “Negros” Olmedo y Fontanarrosa.
Bohemio, clásico, icono rosarino, lugar que permanece y que también se reinventa, todo eso y mucho más es el viejo bar Sunderland.
El viejo Sunderland está ubicado casi a orillas del Paraná. Antaño fue una suerte de bar portuario que defendió su reputación a fuerza de crecer como centro cultural y artístico. Y pasó por altibajos, sufrió como sufren los lugares con historia, a esos a los que les pasan cosas, como nos pasan a todos, pero que resisten y vuelven mejor que cuando se fueron. Hubo crisis, un incendio y también momentos de gloria. A todos supo capitalizarlos.
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Cuando fue reinaugurado se trató de respetar en cada detalle el antiguo ambiente en mobiliario y manteles. Fue así que parecía que el tiempo no había pasado. Qué bueno. El encanto había permanecido intacto. También pasaba esto en la cocina. El prestigioso chef Delorenzi puso su esfuerzo al servicio de una agradable tarea, la de proporcionar al viejo Sunderland todo lo que un buen restaurant debe tener: excelente ambiente, una carta que combine lo clásico con lo moderno y una atención esmerada.